Tras una brillante interpretación del primer tramo de "Pedrá", los nervios se tranquilizaron un poco y el descanso sentó muy bien a un público mayoritariamente histérico durante todo el tramo inicial del concierto. Pese a lo soberanamente difícil que había resultado conseguir un buen sitio frente al escenario, al cabronazo de Cristian -seguramente bajo los efectos de su pastilla para la alergia- se le antojó una puta botella de agua, porque, según decía, estaba seco. De este modo, me tocó sacarle de todo el gentío a duras penas. Para ello, me guié de un tío ataviado de una camiseta de Agila que -¡sorpresa!- parecía saber hacia dónde iba, y que, de espaldas, se parecía un cojón a Jorge, sobre todo por el pelo, idéntico. Sin embargo, resultó que el muy cabrón iba en realidad a los servicios. Su puta madre. Así pues, proseguí como pude entre todos los obstáculos posibles, y, finalmente, llegamos a una barra, con precios colgados y todo el lío. ¡Milagro!
Justo cuando estábamos a punto de pedir, un hombre gordo apareció con un ticket en la mano, el cual entregó a la camarera, quien, a su vez, le sirvió la correspondiente consumición. Cristian, preocupado, decidió preguntarle si, para pedir, antes había que pillar un ticket. Él nos disipó todas nuestras dudas, y tuvimos que marchar hasta el fondo del escenario, prácticamente junto a la entrada. Por supuesto, estaba hasta los topes de gente y, mientras hacíamos cola, el grupo volvió a aparecer en escena con la canción "Papel secante". De una vez por todas, sacamos los jodidos tickets y volvimos a la dichosa barra. Demencial. Mientras esperábamos, Extremoduro siguió quemando el 'setlist' con la excelente "Sucede".
Entre tanto, un tío de unos 25 años llegó y le preguntó a Cristian si en la barra vendían droga. Respondió negativamente y yo le sugerí a nuestro peludo amigo que le pasase una de sus pastillas contra la alergia, que igual le colocaba y todo. El tío comentó: "¡Esto parece un bar de putas!". Yo le dí la razón y, a continuación, me descojoné de lo lindo, llegando a la conclusión de que esa maravillosa frase, a la que nunca había prestado demasiado interés, funcionaba en todos los lugares y en todos los momentos. Una más para mi vocabulario personal. Por fin, una jovencita que estaba muy buena nos atendió, y Cristian al fin pudo hacerse con sus dos botellas de agua, justo mientras los ya olvidados músicos del escenario tocaban la popular "De acero". Tras recrearse en tomarlas, nos reincorporamos al público que todavía hacía caso a Extremoduro, pero ya fue completamente imposible volver a las primeras filas, por lo que tuvimos que ver a Robe desde la lejanía. En ese momento, comenzó "A fuego", una canción apropiada para el directo a la que, sin embargo, jamás situaría entre lo imprescindible del grupo. La llegada de este 'single', uno de los más conocidos de su pasable Yo, minoría absoluta, marcó el inicio del tramo comercial, por así decirlo, del concierto, pues después llegó la melancolía un tanto almibarada de "Standby", con el paréntesis de la genial "Pepe Botika (¿Dónde están mis amigos?)" ("Carabanchel, La Modelo, Herrera de la Mancha, Cáceres II, Alcalá Meco, Puerto de Santa María...". Joder, si es que es la madre del cordero) y a continuación uno de los himnos más aplaudidos de la noche, la ultramítica "So payaso".
La sombra de la injustificablemente desparecida "Extremaydura" se pasó por el escenario cuando Robe y los suyos se marcaron ni más ni menos que una jota como introducción a uno de los clásicos de la banda, la trabajadísima "J.D. La central nuclear". Tras gritar un buen puñado de veces, con el público como mayor cómplice, "¡Central! ¡Nuclear!", el cantante del grupo exclamó "¡A ver si explotan todas!". Sus deseos son órdenes, majestad. Por fin, llegó el momento, para muchos, más esperado de la velada... ¡"Jesucristo García"! La canción más popular de la banda y, viendo el injustísimo mutilamiento sufrido por el primer disco grabado (a mi gusto, el mejor junto a Pedrá en lo que a letras se refiere), también la más antigua junto a la inclasificable "Amor castúo", fue coreada por todo la gente congregada en el estadio. Los miembros del grupo se sacaron un interminable solo de guitarra de la manga, en el que Robe no pudo seguir del todo bien a Uoho, y, a continuación, tras comerse una parte de la letra, finalizaron la canción en una nube, con el público gritando tanto el nombre del grupo como el de su líder. Este se despidió de Getafe con un "¡Hasta siempre!" varios segundos antes de comenzar su popularísima "Puta", canción inspirada en un poema de Federico García Lorca, que ha conseguido situarla entre las favoritas de los aficionados, llegando a ser considerada entre algunos círculos como la mejor. A juicio de un servidor, se trata de un tema que, pese a tener un ritmo y un depuradísimo sonido muy por encima de la media de Extremoduro, sigue la estela de otras como "A fuego" y quizá no aporte tanto como en un principio parece a la obra compuesta por Robe. Tampoco creo que sea, por tanto, de las imprescindibles. Pero en directo es inmensa, y queda probado que a la gente le vuelve loca. La banda se marchó del escenario, pero poco tiempo después salieron a los reglamentarios bises para tocar su archiconocida "Salir", tal vez la canción con la que más comunión hubo entre público y grupo. Fue durante esta canción cuando a Cristian le llamó su madre -que, junto a Mike, había ido a Getafe a recogerle-, pidiéndole que saliéramos y escucháramos el concierto desde fuera, pues la policía les había advertido que se formaría un tapón inmenso al terminar. Cristian me transmitió dichas palabras, y justo cuando el melenudo se disponía a marcharse, me cagué en la puta y me negué a salir de allí. Mi móvil también comenzó a vibrar, pero directamente pasé del tema y seguí entregado a la brutal "Salir". Inmediatamente después, y dando fe del desenlace del concierto, Extremoduro volvió a tocar su muy popular "Ama, ama, ama y ensancha el alma", el mismo cierre y broche de oro que en ocasiones anteriores. Todo el público voceó los versos compuestos por el gran Manolillo Chinato -¿alguien sabe dónde está?-, pero la sorpresa llegó cuando, tras terminar con dicha canción, Robe y los suyos la encadenaron con la portentosa "Autorretrato", uno de los mejores temas de su interesante pero ya por entonces algo comercial Canciones prohibidas. Saltándose todo el tramo inicial y pasando directamente al tramo cañero de la canción, los hay que bailaron como posesos, sobre todo con la parte musical que, desde luego, no es original de Extremoduro y, juraría, es la que interpreta en la cuarta película de Star Wars la orquesta del bar en el que entra Han Solo. Robe se despidió definitivamente, dejando al resto de la banda en pleno éxtasis instrumental, con Uoho corriendo como un loco en el imprescindible e interminable solo final, revolcándose por el suelo y arrancando su camiseta de Sociedad Alkohólica para después arrojársela a la platea. Tremendo.
Cristian y yo no llegamos a terminar de ver el espectáculo porque, de repente, pude ver a una considerable masa de gente acercándose, poco a poco, al lugar en el que nos encontrábamos, arrastrando con ella todo lo que encontraba a su paso para dirigirse a las puertas, y, al grito de "¡Estampida!", decidimos salir por patas hacia la rotonda en la que esperaban los padres de Cristian. Mike nos hizo una foto al lado del estadio y marchamos a nuestros coches mientras, en mi cabeza, permanecía la perla final:
"Si me encierro ven a verme; un vis a vis... Caí preso dentro de mí, dentro, muy dentro de mí. Si me escapo ve a buscarme cualquier día donde quede alguna flor, donde no haya policía...".